Unos pesos que alguien dejó en la gorra. Ropas sucias y gastadas que huelen a orines rancios. El corazon, en paz, en cada latido distribuye por el cuerpo doscientos mililitros de alcohol del noventa y seis.
El mundo ha dejado de existir y se pierde en esa nube borrosa de cosas que se mueven un poco mas allá. Nada tiene importancia. Sentado esperando nada porque nada hay que esperar.
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