Tuesday, February 22, 2011

La Noche en que el Conejo se Descolgó de la Luna.

La fogata ya chisporroteaba y ya teníamos casi toda la leña que nos calentaría esa noche, la última del año. El año terminaba, además, iluminado por una hermosa luna llena. Algo muy extraño. El espacio al que nuestros sentidos tendrían acceso sería mucho más vasto.
Alistándonos para la larga noche que codiciábamos desde hacía varios meses, fue que lo vimos llegar al campamento. Llegó y antes de saludarnos, saludó al fuego y le dejó su prenda; una bella luna llena. Era el conejo, después lo sabría, que se había descolgado de la luna y venía a pasar la noche con nosotros.
El conejo bailó, cantó y libó alrededor de la fogata, pero fue hasta más tarde que descubrí quién era. Fue cuando salió de nuestro círculo alejándose para retozar por los espacios abiertos e iluminados por su luna. Fueron sus largas orejas alertas como antenas sobre su cabeza y su ágil correr brincando de claro en claro por el amplio desierto lo que me hizo conocer su identidad; era el conejo que se había descolgado de la luna y que había venido a departir entre los mortales iluminados por su planeta de plata.
A la mañana siguiente cuando me levanté, descubrí que el conejo se había ido. Su luna, obviamente, se había ido con él. Ese mes de diciembre de 2009 solo nosotros supimos que había habido no dos, sino tres lunas llenas y cada una con su conejo iluminado.

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